¿Por qué escribir para nuestros hijos?
¿Recuerdas haber leído una
carta de amor? Esa sensación, que galopa en tu pecho es indescriptible. Nunca se olvida, esa
emoción de leer algo, que ha sido escrito para tí, esas palabras que las sabes
tuyas y solo tuyas. Te sientes único, has inspirado esos bellos sentimientos...
esas ilusiones.
Pues así se sienten nuestros
niños cuando un papito o una mamita ha escrito algo para ellos. Algo inspirado
en ese hermoso ser, que te mira con plena confianza, que no duda de tu amor y
de tu lealtad.
Es por esto que el ejercicio
de escribir para nuestros hijos, debe formar parte de nuestra vida. Tan solo
pensemos en ellos, en sus locuras, en sus gustos, en que, en ocasiones son tan loquillos como un mono
tití, o son tan perezosos como un camaleón al medio día. Pensemos en sus besos,
tan dulces como el arequipe y tan pegajosos como una melcocha bajo el sol. Pensemos en sus deditos, blanditos como un
masmelo o en su risa, sincera y plena.
Es fácil dedicar unas líneas
a ese ser que es parte de ti. Puedes empezar contándole como el primer
encuentro, después de nacer. Cómo te sentías al oler su piel, o como lloraba
con un estruendo semejante al de un elefante.
Puedes buscar en tu
memoria, como sonaba esa primera
palabra y hacer, por qué no, una canción
silbada. Puedes recordar la caída del primer diente y como el aire entraba cada
vez que hablaba.
Hay tantas formas de
decirles te quiero, pero en un cuento o un poema, perdurarán para siempre las palabras
escritas, y cada vez que un niño o una niña lea, sentirá que puede ser ese
héroe o heroína, tendrá una conexión
emocional entre su vida, la lectura y la escritura Y lo más importante...Querrá
escribir, para que otros sientan lo
hermoso que es ser, una bella InSpIrAcIóN.
De:
mamá
Para:
un niño que ya no es bebé.
Había
una vez
Un
gato miau.
Que
rondaba la casa
Del
chico recién llegado.
Un
día papi lo trajo,
Escondido
Bajo
su brazo.
Así
apareció....el travieso gato
Con
su cola larga y sus ojos pardos.
El
gato
No
tenía bigotes, barba, o garras.
Ronroneaba cada tarde
Al
escuchar el tan, tan, tan
De
papá al llegar.
Nuestro
gato nunca se fue de casa,
Y
aunque el chico creció
Su
gato miau...
Siempre
lo acompañó!
:)
Gracias por tan bello consejo, sobre todo por compartir tus experiencias ��
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